La calleja del Pañuelo, muy cercana a la Mezquita Catedral de Córdoba, es uno de los destinos obligados del viajero. La anchura de esta calle de estilo morisco que parte de la plaza de la Concha, no es más que la de un pañuelo de señora.
Al final de la misma se abre una plaza de reducidas dimensiones, considerada por algunos como la más pequeña del mundo, se decora con una fuentecilla y un aromático naranjo. El suave murmullo del agua y el olor del azahar envuelven al visitante en este íntimo espacio.
Su nombre se debe, según cuentan las lenguas antiguas, a que el ancho de esta calleja sin salida se corresponde en algunos puntos a la medida de un pañuelo de caballero si se estira en diagonal, es decir, por sus esquinas opuestas. Por otro lado, también se cuenta que su nombre se debe a que en época árabe vivía aquí un comerciante de sedas vendor de telas tan bellas y finas que eran cosideradas como el oro, tanto por su calidad como por su costoso precio, lo que hacía que más de un visitante solo pudiera comprarse un pequeño trozo de tela a modo de pañuelo.
En la primera historia queda claro que nos estamos refiriendo a una calle muy estrecha, de hecho se trata de la más estrecha de nuestra ciudad, en cuyo interior se encierra un pequeño y bonito patio pensado para paliar las altas temperaturas de la ciudad, con paredes pintadas en blanco para repeler la luz, un par de naranjos adosados a las altas fachadas para que ocupen el mísimo espacio posible en el suelo pero que sobreen con sus copas el reducido espacio, suelo empedrado para que el agua se mantenga por más tiempo en los huecos existentes entre las piedras humidificando por más tiempo el ambiente y una fuente que también ayuda a refresca el ambiente, además de garantizar una agradable y relajante sintonía.